Dónde me la habré dejado.
Soy de los que, de vez en cuando, tengo que dar media vuelta porque me he olvidado las llaves del coche. Un clásico. Tengo un punto despistado.
Pero mira que con este tema procuro estar muy atento; tener mucho cuidado. Trato de llevarla siempre conmigo y a buen recaudo. Soy de los que antes de salir de casa compruebo que la llevo encima. Pero, sin saber cómo, he perdido la sonrisa y no sé dónde la he dejado.
Y estoy triste porque, en estos últimos meses, por más que la busco, no la encuentro. No sé qué ha pasado. Procuraba usarla a todas horas, y de repente, ha desaparecido.
Pregunté en la sección de objetos perdidos de las redes sociales. Pero me dijeron que allí nadie pierde la alegría. Y eso te hace sentir todavía peor, porque, si atiendes a las fotos que sube el personal, parece que eres tú el único despistado.
Tan preocupado estaba de no verla, que me fui a que me revisaran la vista. Me dijeron que era vista cansada, cosas de la edad. Vamos, que mientras vas cumpliendo años, entre el trabajo, la casa, los hospitales, los deberes de los peques y sus actividades extra escolares, el mercadona, los abuelos, las lavadoras, el dojo de artes marciales y la hipoteca….vista cansada no, agotada. Normal que empiece a fallar.
Pero me dice el oculista que no me preocupe, que eso se arregla con unas gafas de cerca. Para que podamos darnos cuenta de que las cosas que nos hacen felices las tenemos al alcance de la mano.
Y de pronto te das cuenta de que, en realidad, no pasa nada. Que todo se soluciona mirando la vida con gafas nuevas. Y que mientras consiga graduarlas, hay que normalizar la situación y reconocer a los cuatro vientos y sin reparos que ahora no encuentro mi sonrisa, que no sé dónde podrá estar.
Además de no dejar de abrazar la tranquilidad de que, tarde o temprano, aparecerá. Porque si me la he dejado en el dojo, cualquiera de mis compis me la guardará. Si la he perdido en el trabajo, conforme vaya resolviendo los expedientes, se dejará ver. Si en algún momento concreto la necesitara, sé que mis buenos amigos me la prestarán sin preguntar. Y por último, mi familia, que me quiere, y se preocupan por mí, regalándome todos los días la mejor de sus sonrisas. Me siento inmensamente afortunado.
Así que me toca estar con los ojos bien abiertos, pero ¿dónde me la habré dejado?
Muy bonito Pablo, enhorabuena por el texto