El jefe tirano.

Dejadme que os cuente una historia real. La historia del jefe más cruel y tirano que me haya podido encontrar.

Este señor montó una empresa con un solo empleado. Y lo cierto es que al principio todo era perfecto. La ilusión de un proyecto nuevo lo contagiaba todo. El empleado se encontraba feliz y realizado en su trabajo, mientras que el jefe dirigía con acierto y sabiduría.

Pero, conforme el negocio se hacía más importante, poco a poco, la relación se fue enfriando. Porque el jefe, buscando el crecimiento de la empresa, cada vez visualizaba más retos, nuevos frentes. Y mientras tanto, el empleado se sentía más fatigado.

Y el jefe no supo leer esta situación, todo lo contrario. Convencido de la valía de su empleado, le apretaba cada vez más. Le exigía sin descanso para que el mismo se superara. Para que el mismo diera todo lo que llevaba dentro.

Pero lo cierto es que, tan importante es en determinados momentos vencer los miedos, como en otros saber levantar el pie del acelerador. Y el empleado necesitaba poder respirar un aire que se le negaba. Así que el estrés y ansiedad hicieron acto de presencia.

Sin embargo, frente a la gravedad de los hechos, el jefe seguía sin perdonarle ningún fallo. La cuerda se tensaba hasta el punto de la depresión. Ni una palabra de apoyo. Ni un solo gesto de comprensión.

¿Te suena esta historia? ¿Has vivido algo similar? ¿Qué opinión te merece la actitud del jefe?

Pues déjame que te cuente una última cosa: esta es mi historia como autónomo, que como ya sabéis, cuando alguien es autónomo, es su propio jefe…es su propio empleado.

Y no solo es mi historia personal. Es la historia de cualquier otra persona, que, ya sea en el ámbito laboral, ya sea en el ámbito personal, se exija a sí mismo sin piedad.

¿Cómo de tirano eres tú contigo mismo cuando te planteas tus obligaciones como padre/madre? ¿Te sientes una mala madre? ¿Cómo de exigente eres tú en tus relaciones con terceros? ¿Cómo de cruel eres tú cuando te enfrentas a tus propios miedos? ¿Nunca es suficiente?

Seguro que si te hubiera hecho estas preguntas desde un primer momento, las respuestas las hubieras dulcificado. Porque, cuando la realidad es incómoda, la negamos con paños calientes.

Pero ahora vuelve a leer esta entrada. ¿Qué pensabas de ese jefe? ¿Habías justificado mínimamente su conducta o la criticabas sin paliativos?

Pues sí, ese jefe somos cada uno de nosotros. Si ahora mismo sientes una punzada de desazón es porque con estas palabras he tocado una fibra sensible (eliminando todas las defensas que nos construimos para evitar que una verdad se haga patente): somos crueles y tiranos con nosotros mismos, negándonos todo tipo de apoyo y comprensión.

Duele.

Si estás pasando una etapa difícil, si la ansiedad no te deja respirar, comienza por dedicarte cariño. Palabras como ternura o afecto están en desuso o directamente vetadas, cuando, en realidad, son la medicina perfecta para este tipo de enfermedades.

Permítete el lujo de regalarte un abrazo sincero. Permítete el lujo de dibujar una sonrisa.

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