¡FELIZ NAVIDAD!
Todos sabemos que estas fiestas oficialmente comienzan cuando «ya es Navidad en el Corte Inglés» (hace ya más de un mes). Sin embargo, para mí, el verdadero pistoletazo de salida es el día que tenemos como hilo musical de fondo a los niños «cantores” de San Ildefonso.
En ese momento empieza la vorágine navideña. El simulacro de paz y amor. Las cenas de empresa. Los anuncios de colonia en la tele. El qué diantres le compro a la tita Puri….. Pero por mucho que nos quejemos, por mucho que uno respire de alivio cuando por fin llega el 7 de Enero, lo cierto es que son unos días muy especiales.
Porque pasas lista con tus amigos (la familia que uno escoge). Como mínimo le mandas un whatsapp de felicitación a toda esa gente a la que aprecias. Los memes se han convertido en la forma moderna 3.0 de expresar cariño. Siempre buscando el más gracioso (todos los años hay uno que te llega 20 veces por distintos lados) o tirando de clásico con la felicitación hecha con una foto de tu peque (que se te cae la baba porque, por supuesto, tu hijo es el más guapo)
Además te reúnes con los que tienes más apego, a los que consideras tus hermanos. Y aunque ya solo te veas una vez al año (como ocurre con los que están en otra ciudad, o directamente se fueron a ver mundo animados por el buen hacer de nuestros políticos) parece que no ha pasado el tiempo. Que todo sigue igual, pese a que (eso sí) vayan saliendo canas o directamente ya no haya pelo en la azotea.
Y luego están las maravillosas cenas familiares. Con los de vínculo de sangre. Agárrate que vienen curvas.
Allí que se junta toda la patulea. Abuelos, padres, hermanos, cuñados, primos, sobrinos, hijos, tres perros, la tita Puri y la vecina del quinto. Y empieza la competición para ver quién es capaz de comer más sin respirar. De atiborrarse como si no hubiera mañana.
Y disfrutas como un niño pequeño con tus hijos y tus sobrinos, compartiendo con ellos la ilusión que viven (esto no tiene precio). O los vas viendo crecer, transformándose en un saco de hormonas llamado adolescencia. Tu soñando con tus pantuflas, deseando llegar a casa para descansar cual viejuno, y ellos impacientes por que se acabe el tinglao familiar para irse de marcha a las 12 de la noche con los colegas. Y te ríes recordando tus tiempos mozos.
Y como no, el “momento” cuñao, que en su minuto de gloria, saca el tema de la política (este año va a ser inevitable), o se dedica a tocar los cataplines con cualquier tema que te hierva la sangre. Y tú ya te habías prometido que este año no entrabas al trapo. Pero las puyas vienen y van. Duelo en OK Corral. “Te lo digo to´ y no te digo na´”. La salsa de las cenas de Navidad.
Pero a ti te da igual. Porque ves a tus padres felices. Con un brillo en su mirada porque de nuevo han conseguido lo que pretendían: reunir a su familia. Al que cree que hay que dialogar con el que dice que habría que “ahorcarlos” a todos. Al que no para de contar chistes con el mala folla´. Al que le echa piña a la pizza con el que lo ve un sacrilegio.
Todos juntos bajo el mismo techo, su techo. Ese, para tus padres, es el mejor regalo de estas fiestas.
Solo por eso para mí merece la pena la Navidad.
Quiero dedicar esta entrada a todos los que nos tuvieron que dejar y ya no están…. pero que sentimos con nosotros, y, especialmente, recordamos en estas fechas.
Y para todos los demás…..¡FELIZ NAVIDAD!