ORGULLOSO DE SER CINTURÓN BLANCO.

Déjame que te cuente una curiosidad. Hay un arte marcial (el Brazilian Jiu Jitsu) que tiene un sistema de cinturones diferente al resto. Me explico. En la mayoría de las disciplinas se empieza como cinturón blanco y a partir de ahí vas subiendo a cinturón amarillo, naranja, verde, azul, marrón hasta el ansiado negro. Sin embargo, en el Brazilian Jiu Jitsu del cinturón blanco se pasa directamente al azul. Y no, no te confundas: no significa que el cinturón azul te lo den antes que en el resto de las artes marciales porque no hay otros colores intermedios. Nada de eso. Vas a tardar el mismo tiempo que en otras disciplinas en ser cinturón azul. La diferencia es que, mientras tanto (unos 3-5 años) no vas cambiando de color. Sencillamente, sigues siendo un cinturón blanco. Sin más. La idea que hay de trasfondo en todo esto es que en el Brazilian Jiu Jitsu se entiende que tiene que pasar mucho tiempo hasta que de verdad empiezas a entender este arte marcial. Que tienes que pisar muchísimo tatami hasta que de verdad comienzas a sentir fluir las técnicas de defensa. Y mientras tanto, pues claro que vas avanzando, pero no tienes el mínimo necesario para darle color a tu cinturón. Y créeme que es bastante frustrante. Porque ciertamente hasta que no pasan esos años ves como nada termina de salir, como por mucho que entrenas no terminas de llegar. Notas que te vas acercando, pero el esfuerzo no consigue dar sus frutos. Pero (aquí viene lo curioso) a mí esta idea me encanta. Porque es una manera de recordarte que las cosas que son importantes requieren un esfuerzo a largo plazo. Sin paños calientes. Esta frustración me avisa de que las cosas que merecen la pena no se consiguen de la noche a la mañana. Y mientras tanto, en cualquier aspecto de la vida, deberías seguir atándote, con orgullo, con humildad, el cinturón blanco. ¿Y por qué te cuento esto? Pues porque vivimos en la época de Amazon. Si quiero algo lo pido desde el sofá de mi casa y me llega en 24 horas. Ni un día más, vaya a ser que me dé algo. Vivimos en la época de Netflix. Si quiero ver una serie, la veo enterita desde ya y del tirón, vaya a tener que esperar a que pongan capítulos nuevos. Todo esto está generando una mentalidad en la que la paciencia ni se le ve ni se le espera. En la que todo tiene que ser inmediato y sin esfuerzo, macerando una tolerancia cero a la frustración. Estamos olvidando que lo más hermoso de la rosa son las espinas. Que todo lo bello conlleva sus dificultades. Crece la alergia al trabajo y al sacrificio. Aumenta la intolerancia al largoplacismo. No apreciamos el valor que otorga el esfuerzo. No saboreamos el trabajo en pos de logros que merezcan la pena. Pretendemos ser expertos incluso antes de ponernos en acción. Solo nos apacigua el placer instantáneo, tildando todo lo demás de fracaso. Cuando en realidad, el único fracaso es dejar de intentarlo. Recuerda que la cualidad más valiosa en una persona es su capacidad de aprender y crecer. Por eso es tan importante lucir con orgullo el cinturón blanco ante la vida, sin prisas por cambiar el color. Disfrutando el camino. Por eso es tan bonito sudar el kimono con la tranquilidad de que al final, y por mucho que cueste (o, como se dice en BJJ, «nos finalicen»), todo dará sus frutos. Oss.  

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